Booktrailer, fragmento y portada de la obra de Asia Lafant.

Para los que todavía no conozcáis a Asia Lafant, ahora comparto con vosotros material audiovisual: booktrailer, fotos y un fragmento de su obra, y para quienes la conocéis seguro volvéis a disfrutar, un abrazo a todos y os dejo con el material de esta brillante escritora.

Portada

Canción de cuna rota


Booktrailer


Fragmento

Tras los cafés decidimos volver a mi casa, pero por el camino Héctor me propuso algo que en un principio me dejó sin saber qué responder. De hecho, estoy segura de que no respondí, pero de nuevo, la decisión la tomó él.

― Te gustará, créeme.

No entendí muy bien a qué se refería cuando me propuso tener sexo delante de toda la ciudad, y menos aún cuando su coche entró en el parking del edificio de su oficina. Pero la verdad es que me daba igual. De alguna manera, mi cuerpo ya había reaccionado y estaba deseando sentirme otra vez trasportada al éxtasis.

Cogidos de la mano entramos en la oficina. Me llevó a su despacho y entonces lo comprendí todo.

Los grandes ventanales, sin cortinas, daban una imagen nocturna de toda la ciudad. Íbamos a hacerlo ahí. Frente al mundo.

― Desnúdate― me dijo.

Sin pensarlo, empecé a quitarme toda la ropa, a la vez que él hacía lo mismo con la suya.

― Ven. Acércate a la ventana.

Sus manos me guiaron hacia el grueso cristal que sentí frío y duro en mi espalda y en mis glúteos.

Desnudos, empezamos un recorrido ardiente y desesperado sobre nuestras pieles. Esta vez mis manos no estuvieron quietas. Buscaron con anhelo todos y cada uno de los centímetros de su piel, y cuando tuve su sexo en una de ellas, comencé un lento y pausado masaje.

Su lengua buscaba la mía con rapidez y casi descontrol. Luego bajaba a mis pechos, y húmeda y caliente, volvía a introducirse en mi boca.

Cuando ya pensaba que no podría aguantar mucho más sin tenerlo dentro, me dio la vuelta y mi corazón, a su vez, dio un brinco.

La sensación fue de estar en un barranco, a punto de caer. El miedo al vacío y el vértigo por las vistas hacia un precipicio nocturno, se mezclaron con el frío tacto de mis pechos contra el cristal.

Una de sus manos descendió a mi entrepierna, hurgando sin contemplaciones dentro y fuera. Mi respiración causaba pequeños y acompasados vahos sobre el cristal.

De una manera sutil pero decidida, me cogió por la cintura y me reclinó un poco. Sus manos acompañaron a las mías para que las apoyara sobre los cristales, mientras su piernas separaron las mías.

Con los ojos abiertos, mirando la ciudad a mis pies, sentí cómo su sexo entraba decidido, duro y excitado, dentro del mío.

Los movimientos esta vez no fueron lentos. Esta vez eran directos y fuertes, pero el placer que yo estaba experimentando, tanto por el entorno, como por el morbo de la situación, era igual o superior al de la noche anterior.

Su orgasmo llegó con una envestida firme, tanto, que mis brazos se doblaron. Salió de mi interior y, de nuevo, pegada al cristal con mi cara y mis pechos, sus dos manos se entremezclaron en mi sexo, haciéndome tener un orgasmo convulsivo y casi salvaje.

Nos quedamos así, de pie. Yo contra la transparencia e iluminada con las luces de la noche, y él detrás de mí, jadeando en mi nuca. 

Cuando nuestras respiraciones empezaron a retomar el ritmo normal, acercó su boca a mi oído.

― Te dije que te iba a gustar― me dijo susurrando.

Creo que permanecimos así todavía un buen rato, hasta que la temperatura de la noche traspasó los cristales y me produjo un escalofrío. Entonces, nos vestimos y me llevó a mi casa, donde dormimos juntos hasta que, en algún momento de la noche, él se fue sin yo darme cuenta.

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